Nació en Medellín, Colombia, en 1942. Poeta y narrador. Profesor de literatura en la Universidad de Antioquia, donde dirige la Revista institucional. Ha sido fundador y codirector de las revistas literarias Acuarimántima, Poesía y Deshora. Colaborador de las revistas La Pluma, Eco y Mundo Nuevo. Obras publicadas: Bla, bla, bla (1967); Ohhh (1970); La sombra de otros lugares (1973); Memoria del mundo (1974); Lugar de invocaciones (1977); La palabra sin reino (1982); Retrato de artistas (1983); Absorto escuchando el cercano canto de sirenas (1985); La dádiva (1991); Lo que trae el día (1983/1998); Fábulas (1991); Sueños (1993); El falso inquilino (1999), La visita que no pasó del jardín (2002).
El don
Ningún lugar mejor
que la ciudad
para pensar en ciervos
y bosques, para hacer del momento
una pura ensoñación, la vida que queremos
y no existe,
o existe en otra parte.
que la ciudad
para pensar en ciervos
y bosques, para hacer del momento
una pura ensoñación, la vida que queremos
y no existe,
o existe en otra parte.
Venados, osos, perros,
montes y lagos,
y en el camino que traza
el candil
de una luna de hielo,
un hombre
con la pieza de caza
a cuestas.
montes y lagos,
y en el camino que traza
el candil
de una luna de hielo,
un hombre
con la pieza de caza
a cuestas.
Por un instante
soy aquél
que, primitivo,
se libra al destino
de un mundo naciente y áureo.
Y pacta acuerdos
con la ruda Ley
que le ofrece por sueño
la vida.
soy aquél
que, primitivo,
se libra al destino
de un mundo naciente y áureo.
Y pacta acuerdos
con la ruda Ley
que le ofrece por sueño
la vida.
La vida salvaje y bella,
donde copular, cazar, pescar,
cambiar con el tiempo nómade,
es suficiente,
y donde no cabe
ilusión distinta
a la labor de cada día,
y el sueño es el simple
descanso, el dios que vela tus fatigas.
donde copular, cazar, pescar,
cambiar con el tiempo nómade,
es suficiente,
y donde no cabe
ilusión distinta
a la labor de cada día,
y el sueño es el simple
descanso, el dios que vela tus fatigas.
Y vivir, el don.
De nuevo el mar golpea una región de postal en el Mediterráneo,
y multitud de golondrinas pasan sobre el mundo, chillando,
mezclándose como un nombre extraño al sueño;
de nuevo los días son tibios como un gabán
y la ciudad parece revivir,
extenderse como una herida purulenta, incurable;
de nuevo la luz remoja los parques y revienta
como un recuerdo en el corazón;
de nuevo, de nuevo, tu escapas a ti misma
en tu segundo o tercer intento de suicidio,
y lloras desolada en un cuarto de hospital,
mientras una enfermera va y viene, helada como un testigo;
mientras tu alma se descarga de ciertas imágenes amargas
y el miedo te da un respiro,
permitiéndote unos instantes de sosiego,
unas desordenadas palabras.
De nuevo tú estás en la vida y los ramos de flores abundan,
y tu palidez da fuerza a no sé qué de tierno en tu rostro,
y ahora te abrazas a ti misma como a alguien odiosamente amado,
y quisieras que todas las campanas del mundo se echaran a volar.
Por un instante eres feliz, un animalito
removiendo cálidas aguas,
una plazuela al mediodía, una canción de moda.
Por un instante, como una dulce hermana,
tienes piedad de ti misma,
y no quieres ya el espejo que la enfermera te alarga,
y, como una colegiala nerviosa, lloras y ríes.
PIER ANGELI
De nuevo el mar golpea una región de postal en el Mediterráneo,
y multitud de golondrinas pasan sobre el mundo, chillando,
mezclándose como un nombre extraño al sueño;
de nuevo los días son tibios como un gabán
y la ciudad parece revivir,
extenderse como una herida purulenta, incurable;
de nuevo la luz remoja los parques y revienta
como un recuerdo en el corazón;
de nuevo, de nuevo, tu escapas a ti misma
en tu segundo o tercer intento de suicidio,
y lloras desolada en un cuarto de hospital,
mientras una enfermera va y viene, helada como un testigo;
mientras tu alma se descarga de ciertas imágenes amargas
y el miedo te da un respiro,
permitiéndote unos instantes de sosiego,
unas desordenadas palabras.
De nuevo tú estás en la vida y los ramos de flores abundan,
y tu palidez da fuerza a no sé qué de tierno en tu rostro,
y ahora te abrazas a ti misma como a alguien odiosamente amado,
y quisieras que todas las campanas del mundo se echaran a volar.
Por un instante eres feliz, un animalito
removiendo cálidas aguas,
una plazuela al mediodía, una canción de moda.
Por un instante, como una dulce hermana,
tienes piedad de ti misma,
y no quieres ya el espejo que la enfermera te alarga,
y, como una colegiala nerviosa, lloras y ríes.
Al borde la cama,
tu marido espera quizá sin comprender.
La vida es más atroz que cualquier sueño,
y hay una cosa que se llama ridículamente
soledad,
tu marido espera quizá sin comprender.
La vida es más atroz que cualquier sueño,
y hay una cosa que se llama ridículamente
soledad,
y tú, Pier Angeli, andabas sola por esa opaca
calle en que de repente se convierte el mundo.
En que de repente se angosta misteriosamente
la vida.
calle en que de repente se convierte el mundo.
En que de repente se angosta misteriosamente
la vida.
A tu marido le prometes que no volverá a suceder.
Pero sucederá.
Pero sucederá.
Derechos reservados
© Elkin Restrepo
© Elkin Restrepo
0 comentarios:
Publicar un comentario